Karla P Aguilar Velásquez

Karla P Aguilar Velásquez

PhD Candidate, Hispanic Studies, WUSTL

Karla is a PhD. student in Hispanic Studies at Washington University in St. Louis. Her research works around cosmopolitism and trauma in contemporary Hispanic Caribbean literature. Her first encounter with Jason de Leon analysis was in the Mellon Seminar Everyday Resistance where The Land of Open Graves was the initial ethnography studied in a discussion about the impact of academic research in social struggles. She is interested in how Hostile Terrain 94 creates communal remembrance and insists on the idea of mutual responsibilities in community action. In a context of historical mourning, critical activism and institutional attacks on migrant communities, this performative exposition is an opportunity to commit with the daily act of reflecting about our privileges and developing strategies to achieve social equity.


 

Recordar en tiempos de pandemia

En ninguna de las masivas narrativas del fin aparecía una pandemia como la del Covid. En las múltiples ficciones distópicas y taquilleras películas de ciencia ficción el fin solo podría aplacarse a través de la fuerza. La amenaza contra la humanidad estaba localizada en figuras bizarras e hipervisibles, de aquello que no queremos ver de adentro, como en el caso de los zombies, o de aquello que no queremos ver de afuera, si los enemigos se nombran extraterrestres. La pandemia, como invasión, debía ser exterminada, con todos sus recipientes, y la opción favorecida era la de la huida: y entonces las ciudades abandonadas, y entonces los vidrios rotos, y entonces los gritos, las balas, el ejercito en las calles. Nuevos documentales tendrán que retratar este fin otro, donde la única alternativa es la del cuidado, donde dependemos de las decisiones de todxs lxs que nos rodean y donde, en lugar de barricadas, la mejor forma de demostrar el cariño es estar lejos. Y entonces el silencio, y entonces las máscaras, y entonces mirar con las ventanas cerradas.

Lo común para ambos casos-el real y el ficcional- son los primeros afectados por la catástrofe: los cuerpos negros y latinos no solo representan la cantidad más elevada de víctimas, sino también los más afectados económica y mentalmente.[1] Sin embargo, la lista de inequidades raciales y de clase pre-pandemia, aumentada durante la misma, no hacen parte de la normalidad tan invocada y anhelada por todos los medios. Y sí, volveremos a abrazarnos, volveremos a comer en restaurantes y volveremos a ignorar que existe algo como trabajadores esenciales haciendo los trabajos que pocos desean hacer. La cuarentena, con su inesperada extensión y con todos los sacrificios que nos requiere nos ha hecho repensar el valor de lo cotidiano, pero es en medio de tantas ansiedades e incertidumbres que debemos también notar su fragilidad. Que el virus invisible sea una invitación a un nuevo entrenamiento en el ver, o que mejor, que el virus que solo se manifiesta una vez impregnado a un cuerpo nos enseñe a entender la materialidad de nuestros prejuicios, nuestros miedos, nuestra forma de pasar cerca de los demás.

En un intento por liberar nuestra mente del encierro empezamos a preguntarnos qué recordaremos de este momento. Nos aferramos a esa promesa de remembranza, a esa remembranza futura para motivarnos: esto también pasará y de la pandemia sólo quedarán los recuerdos de los tests, los protocolos de limpieza, las clases virtuales. En medio de este reciclaje de recuerdos asistimos al Hostile Terrain 94 Toe Tag Event. En las carpas blancas que la universidad ha designado para las clases al aire libre, nos reunimos a crear más recuerdos. Aquí, sin embargo, intentamos combatir al pasado y nuestro deseo, casi automático, de superarlo. Sostendremos en nuestras manos los nombres de varios de los millones de migrantes que mueren en las más extremas condiciones en la frontera desértica entre México y Estados Unidos: una memoria que no es nuestra, un fin que no nos pertenece, una normalidad que no conocemos. Pero es justo ahora, en este día a día de la pandemia donde la empatía ha mostrado ser clave para la supervivencia donde se hace más urgente reflexionar por nuestras insospechadas interdependencias. ¿Cuáles son las manos que sostienen nuestra existencia? ¿Cuáles son los recuerdos que dejamos caer?

Vivimos este momento histórico como una excepción, entendemos la constante reproducción de cifras- de contagiados, de fallecidos- como parte de un estado transitorio de crisis y son muchos los escenarios en donde la pandemia se presenta en términos de una batalla en donde aquellos que no mueran o que se recuperen del contagio serán los vencedores. Hostile Terrain 94 se nos presenta entonces como la imagen de una crisis que siempre ha sido crisis, una normalidad a la que nadie debería volver, un pasado que sencillamente no se puede superar. Una de las mejores frases que resume el dolor de la migración y su explotación sistemática por parte de distintas autoridades la tiene Jason de Leon en su libro The Land of the Open Graves , “traumatized is the new normal”. En tiempos de pandemia, recordar, como la búsqueda de consuelo en memorias de un tiempo que considerábamos mejor, es un acto de privilegio, pero en este esfuerzo colectivo de nombrar cuerpos, respetar su dolor y dignificar sus historias, quizás inicie el recuento de un nuevo pasado, en donde en el futuro se entienda que en la destrucción sistemática de cuerpos migrantes y en el olvido cómplice de tanta violencia no hay nada de normal.


[1] https://www.commonwealthfund.org/publications/2020/sep/beyond-case-count-disparities-covid-19-united-states?gclid=Cj0KCQjw2or8BRCNARIsAC_ppybZMBPnPbG9UY-LU-_dXCarz1qtNKtSvfMMDWPHcqjttHN-yix73RMaAnSaEALw_wcB